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  • Desperta Ferro Contemporánea 40: Varsovia 1920
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    Desperta Ferro Contemporánea 40: Varsovia 1920

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    Varsovia 1920. La Guerra Polaco-Soviética

    A comienzos de agosto de 1920 el Ejército Rojo se encontraba a las puertas de Varsovia y pesaba en la comunidad internacional una cierta sensación de que la derrota de Polonia era inevitable. Es por ello que el súbito giro de los acontecimientos, que no solo salvó a la ciudad sino que devolvió a las derrotadas fuerzas soviéticas a sus posiciones de partida, fuera elevado a la categoría de victoria providencial y recordado como el “milagro del Vístula”. El desenlace de la Guerra Polaco-Soviética y el posterior Tratado de Riga, que ratificó de iure sus consecuencias, merece ciertamente un lugar destacado en la historia, pues sentó las bases de un nuevo orden en la Europa oriental que perduraría al menos hasta 1939.

    Un enorme vacío. La frontera polaco-rusa de Brest-Litovsk a la Operación Kiev por Jochen Böhler (Friedrich-Schiller-Universität Jena)

    Al principio, no era tan evidente que los enfrentamientos entre tropas dispersas polacas y soviéticas a lo largo de 1919, allí donde se solapaban los territorios de la recién instaurada Segunda República polaca y Rusia, esta última sacudida por la guerra civil, supusieran una guerra. Se trataba de regiones disputadas durante siglos que, dependiendo de la perspectiva del espectador, eran denominadas “zona fronteriza” (en polaco, kresy) o “territorios occidentales” (en ruso, zapadnyi krai). El zar también las definió como “zona de asentamiento” (en ruso, cherta osedlosti) para los judíos rusos, a los que no les estaba permitido establecerse en otros lugares. Estos márgenes salvajes y atrasados de la Europa oriental estaban poblados por personas que hablaban lituano, ucraniano, ruso, polaco, yiddish, e incluso alemán u otros idiomas, y para complicar las cosas, hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, se habían dividido entre la Rusia zarista y los Habsburgo austrohúngaros.

    El nacimiento del Ejército de la república polaca por Janusz Odziemkowski (Instytut Nauk Historycznych)

    En noviembre de 1918, tras 123 años de ocupación por parte de tres potencias, Polonia renació como Estado independiente. La industria, la agricultura, las fábricas y las comunicaciones estaban completamente destruidas; las pérdidas materiales habían sido enormes; cerca de 1,4 millones de polacos habían muerto o cayeron heridos mientras luchaban en las filas de los ejércitos de las potencias ocupantes; el dinero se depreció, la gente perdió los ahorros de toda una vida y el país fue asolado por epidemias y hambrunas. Había que volver a crear Polonia: empezar a legislar desde cero, recuperar el sistema educativo, la Administración y el Estado, unificando las tres partes que durante más de ciento veinte años habían funcionado bajo diferentes sistemas jurídicos, económicos y de comunicación. Además de todo esto, desde el primer día de su independencia, Polonia tuvo que librar guerras que solo podían haberse evitado de una manera: satisfaciendo las reclamaciones territoriales de los vecinos, entregándoles, entre otros, el territorio que fue la cuna del Estado polaco.

    Del Berézina a Varsovia. El avance soviético por Jan Stanis?aw Ciechanowski (Uniwersytet Warszawski)

    El 25 de abril de 1920 se emprendió una operación conjunta polaco-ucraniana para liberar Kiev del poder bolchevique e instalar en Ucrania las autoridades independentistas de la República Popular Ucraniana. Las noticias de una rápida concentración de grandes contingentes bolcheviques en el norte y el hecho de que el mariscal Pi?sudski no consiguiese debilitar la capacidad combativa del Ejército Rojo de una manera resuelta, provocaron la decisión de que las tropas en Ucrania pasaran a la defensiva y que una parte de sus efectivos se destinara al frente del norte. Además, la Comintern lanzó al mundo el lema “Manos fuera del país de los sóviets” y se presentó la maniobra polaco-ucraniana como una agresión del “imperialismo polaco” que pretendía “deshonrar” la capital de “la santa Rus”.

    Caballería Roja por Richard W. Harrison

    El punto muerto provocado por las trincheras durante la Primera Guerra Mundial parecía haber acabado con la caballería como arma independiente hasta tal punto que incluso en las contadas ocasiones en las que se conseguía romper el frente enemigo, la caballería, dada su extraordinaria vulnerabilidad al fuego defensivo de las ametralladoras y de la artillería, había sido incapaz de explotar la brecha y progresar por aquel paisaje desfigurado por los proyectiles. Así, incluso en el frente oriental, donde la densidad de tropas y el terreno eran más favorables a la maniobra, el papel primario de la caballería quedó limitado a misiones de reconocimiento. Sin embargo, esto cambió radicalmente a raíz de la Guerra Civil rusa de 1918-1922, en la que las tropas montadas iban a tener un rol importantísimo en ambos bandos, un resurgir que se extendió a la breve Guerra Polaco-Soviética de 1920, en la que la caballería fue clave tanto en las victorias iniciales de los soviéticos como en su derrota final.

    La batalla del Vístula Guerra Polaco Soviética por Janusz Odziemkowski (Instytut Nauk Historycznych)

    La batalla del Vístula, clímax de la Guerra Polaco Soviética, se caracterizó por un gran dinamismo, con maniobras muy ágiles y un ritmo desenfrenado, que en cierto sentido se oponía a la doctrina de la guerra de trincheras en boga. Durante los diez últimos días de julio, las tropas bolcheviques del Frente del Oeste –bajo el mando de Mijaíl Tujachevski y formado por los el III Cuerpo de Caballería y los ejércitos Cuarto, Decimoquinto, Tercero y Decimosexto, junto con el Grupo Mózyr, alcanzaron las orillas del río Niemen y se acercaron al Bug, los últimos grandes cauces que protegían Polonia central de la invasión. La clamorosa derrota del Ejército Rojo, cuando ya acariciaba la victoria y a punto de conquistar la capital de la Polonia “señorial”, sorprende por la rapidez con la se produjo el giro total de los acontecimientos, inusitado en la historia de los conflictos bélicos.

    La guerra que no quiere acabar. El drama de la población civil por Frank M. Schuster (Universität Giessen)

    La Guerra Polaco-Soviética fue para la población civil en la zona de conflicto como una transición ininterrumpida de una contienda a otra. El territorio del gran Estado polaco bajomedieval (Rzeczpospolita Polska), que alcanzaba desde el Báltico hasta el mar Negro, se encontraba en esta situación ya desde 1914 y sobre ella los ejércitos de Rusia, Austria-Hungría y Alemania desencadenaron, aunque a escalas muy diferentes, una guerra no solo contra el adversario militar, sino también contra sectores de la población civil. Cuando el Ejército ruso pasó en 1914-1915 a la defensiva trató de buscar culpables. Rápidamente se buscó un chivo expiatorio y, además de la minoría alemana asentada en Rusia desde los siglos XVIII y XIX, se decidió que los judíos que vivían en la zona de conflicto desde el siglo pasado, y que supuestamente colaboraban y espiaban para el enemigo, se prestaban para ello.

    Fronteras a sablazos. Batallas finales y cierre diplomático de la Guerra Polaco Soviética por Francisco Veiga – Universitat Autònoma de Barcelona

    La última batalla épica de la Guerra Polaco-Soviética tuvo lugar a más de 260 km al sur de Varsovia y a 87 km de la ciudad de Lublin. Allí, en el frente galitziano, la Konármiya empujó con cuatro divisiones organizadas en dos columnas, en dirección a Zamo??, a partir del 30 de agosto. El choque resultante forma parte de la iconografía patriótica polaca, el gran asalto liberador de la caballería desde que los húsares de Juan III Sobieski levantaron el cerco de Viena derrotando a las tropas otomanas en 1683 (véase Desperta Ferro Historia Moderna n.º 32: El sitio de Viena 1683). En realidad, la batalla de Komarów tuvo más que ver con la descoordinación en la cadena de mandos, y por tanto resultó ser algo más parecido a la carga de la Brigada Ligera en la Guerra de Crimea (véase “La carga de la Brigada Ligera en la batalla de Balaclava” en Desperta Ferro Historia Moderna n.º 38) que a una ofensiva audaz para salvar una situación desesperada. El desajuste existente entre las fuerzas soviéticas del flanco norte y centro con las del sur tenía en buena medida relación con el papel de Stalin como comandante de ese sector.

    Introduciendo el n.º 41: Marcando la diferencia. Inteligencia y contrainteligencia ante el Día D por Mary Kathryn Barbier (Mississippi State University)

    En la primavera de 1944, la tensión provocada por las expectativas y las incertidumbres sobre la inminente invasión aliada de Francia se hacían notar tanto en las reuniones del SHAEF como en las del Estado Mayor General alemán, y tenía en ascuas a la población civil francesa, sobre todo a los miembros de la resistencia. Todos ellos, pero especialmente los planificadores, estaban en busca de alguna ventaja que aumentara sus probabilidades de éxito. Para los alemanes, obtener información resultaba crucial. Tras el desenlace de las operaciones en el norte de África y en Sicilia, habían comprendido que los aliados podían desencadenar un asalto en cualquier punto del litoral francés y, aunque la costa mediterránea era una posibilidad, tal vez era la menos plausible teniendo en cuenta la campaña en curso en Italia.

    Resumen del producto

    Varsovia 1920. La Guerra Polaco-Soviética

    A comienzos de agosto de 1920 el Ejército Rojo se encontraba a las puertas de Varsovia y pesaba en la comunidad internacional una cierta sensación de que la derrota d...