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  • Desperta Ferro 56: La cruzada contra los cátaros (I) 1209-1215
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    Desperta Ferro 56: La cruzada contra los cátaros (I) 1209-1215

    Ref: DSF-DF056
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    ¡Matadlos a todos! Dios reconocerá a los suyos (Arnaldo Amalrico, legado papal y líder de la cruzada albigense). A principios del siglo XIII los frutos de la política de intervención de los reyes de Aragón en el sur de Francia eran muy evidentes, hasta el punto de gozar allí de mucha mayor influencia que el propio rey de Francia. Fue entonces, en 1209, cuando el papa Inocencio III hizo un llamamiento a una cruzada para erradicar a los herejes cátaros del sur de Francia y reemplazar a quienes, desde su punto de vista, los protegían (la nobleza occitana). Lo que empezó siendo una guerra religiosa se convirtió en un conflicto internacional por la hegemonía regional. En este primer número dedicado a la cruzada albigense abarcaremos los años 1209-1215 aproximadamente, desde su inicio hasta el Concilio de Letrán, dejando para uno próximo el final del conflicto y la erradicación de la herejía en las piras de Montsegur.

    Una cruzada contra los malos cristianos por Laurent Macé (Université Toulouse): En la primavera del año 1209 partió una expedición militar dirigida por un legado pontificio contra una región del sur del reino de Francia. La empresa guerrera tenía como objetivo erradicar por la fuerza un movimiento disidente del cristianismo que, según Roma, amenazaba a la Iglesia católica y a sus fieles. Puesto que los reyes y príncipes se desentendieron del asunto, el papa Inocencio III se comprometió a hacer una “guerra justa”, equivalente a la que se desarrollaba en Tierra Santa para la liberación de la tumba de Cristo. Pero las causas del conflicto no fueron exclusivamente espirituales sino también políticas.

    La herejía cátara por Pilar Jiménez (Université Toulouse): Por catarismo se conoce el fenómeno heterodoxo medieval que habría sido importado de la cristiandad oriental a través de los bogomilos, secta dualista. Esta hipótesis dominó la historiografía hasta los años 1990; hoy en día, sin embargo, la investigación sitúa su nacimiento a mediados del siglo XII, tras la conocida “reforma gregoriana”. Podemos incluso remontar sus orígenes a tiempos carolingios, al siglo IX, cuando surgen las primeras disputas en torno a los sacramentos del bautismo y de la eucaristía. Estos debates dividieron las escuelas monásticas y catedralicias y contribuyeron al proceso de racionalización y de formulación doctrinal que se estaba llevando a cabo en la cristiandad latina. En ellos podemos ver los precedentes de esta disidencia.

    Pedro II el Católico y Occitania. La gestación de un ambicioso proyecto político por Pere Benito i Monclús (Universitat de Lleida): El inicio del reinado de Pedro II de Aragón señala un cambio de rumbo radical con la política ultrapirenaica seguida hasta entonces por su predecesor, Alfonso el Casto (reg. 1162-1196), el monarca que había llevado la expansión de su reino por Occitania a su momento culminante con la conquista de Niza y la incorporación del condado Forcalquier. En febrero de 1198, Pedro II sellaba una sorprendente alianza con quien hasta entonces había sido su principal enemigo: el conde Raimundo VI de Tolosa.

    Eia, Christi milites! La cruzada de los barones de 1209 por Gregory E. M. Lippiatt (University of East Anglia): Lo que comenzó como una más de las muchas incursiones militares que sufría una región caracterizada por su inestabilidad interna y constantes invasiones exteriores dio paso, a partir de la década de 1220, al establecimiento del control directo del territorio por parte del monarca y la administración real, y a un dominio eclesiástico que se tradujo en una serie de investigaciones inquisitoriales. Fueran o no conscientes de las enormes implicaciones históricas que iba a tener el fenómeno, no cabe duda de que quienes vivieron la llegada de los cruzados, en 1209, sabían que la “limpieza” que pretendían imponer iba a ser muy severa.

    Jaque mate a la “gran corona de Aragón” La batalla de Muret por Martín Alvira Cabrer (UCM): A finales de agosto de 1213 el rey de Aragón, Pedro el Católico, concentraba su ejército en Huesca. Tras controlar las tierras del vizconde Trencavel, los cruzados de Simón de Montfort llevaban meses tratando de aislar las ciudades de Tolosa y Montauban, últimas grandes plazas en manos de Raimundo VI. Tomando Huesca como base, la hueste real podría alcanzar Tolosa por la ruta más corta, rompiendo el bloqueo cruzado. Todo quedaba dispuesto para una gran batalla que determinaría el futuro de Aragón, de Occitania y de los cruzados.

    La ira de Dios. El pontífice Inocencio III y la cruzada albigense por Damian J. Smith (Saint Louis University): Cuando en marzo del año 1208 el pontífice Inocencio III tuvo noticia del asesinato de su legado papal, no le cupo duda de que el conde Raimundo VI de Tolosa era el culpable de la muerte de Pedro de Castelnau. Este y otros argumentos convencieron al pontífice de la idoneidad de lanzar una cruzada en Occitania que erradicara la herejía cátara y a sus seguidores y depusiera a los nobles que los amparaban. Tiempo más tarde el propio Inocencio quiso parar la matanza que había iniciado, pero ya era demasiado tarde.

    Los más temibles asedios, 1209-1215 por Laurence W. Marvin (Berry College): A principios del siglo XIII los europeos habían alcanzado una gran destreza en la poliorcética, esto es, en la expugnación y defensa de castillos y fortificaciones. A pesar de todo, la guerra de asedio seguía brindando claras ventajas al defensor. Los asedios solían terminar en una de las tres maneras siguientes –de las cuales la primera era la más corriente–: el sitio fracasaba, la ciudad o fortaleza negociaba la rendición o caía víctima de un asalto. Sin embargo, los primeros años de la cruzada albigense supusieron una excepción a esta norma; los cruzados tuvieron mucho más éxito de lo normal en el Medievo, contrariamente a lo que solía ser el caso.

    Y además, introduciendo el nº 57, Milcíades. No solo el vencedor de Maratón por Adolfo J. Domínguez Monedero (UAM): Milcíades ha pasado a la historia, justamente, por haber sido el artífice de la derrota persa en la batalla de Maratón y haber parado la primera invasión persa sobre el territorio ateniense. Sin embargo, en ese momento, el estratego ya tenía un pasado tras de sí que, cuando lo analizamos, puede llegar a resultar hasta sorprendente; en efecto, en septiembre del 490 a. C., cuando los persas desembarcan en la llanura de Maratón, Milcíades debía de rondar ya los sesenta y cinco años. Allí su estrategia y su ejército se impusieron sobre quienes durante mucho tiempo habían sido sus señores e, incluso, sus amigos, los persas y los tiranos atenienses.

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    ¡Matadlos a todos! Dios reconocerá a los suyos (Arnaldo Amalrico, legado papal y líder de la cruzada albigense). A principios del siglo XIII los frutos de la política de intervención de los reyes de Aragón en el su...