Arqueología e Historia 28: Altamira. El Paleolítico cantábrico
El Paleolítico superior en la región cantábrica por Pilar Utrilla (Universidad de Zaragoza)
El estudio del Paleolítico superior del Cantábrico plantea cuestiones de gran relevancia en el estudio de las sociedades prehistóricas. Una de ellas refiere a la posible coexistencia del neandertal con el hombre moderno, que quizá se impusiera en el medio gracias, entre otros aspectos, a una mejor tecnología. Con posterioridad a la desaparición de los primeros, el hombre moderno ocupó la mayoría de las cuevas disponibles en la cercanía de aguas termales, y los ciervos, que fueron su presa fundamental y fuente de veneración en el Solutrense y Magdaleniense inferior, poblaron sus bosques. La cierva se fue convirtiendo en el animal elegido, uno para el que se seleccionaron los mejores paneles de las cuevas; algo que no ocurrió en Francia, donde esta solo aparece ocasionalmente, ocupando zonas marginales y dejando el protagonismo a bóvidos y caballos. Altamira supondrá el declive de este animal sagrado, sustituido por el bisonte en el Magdaleniense medio. Con este artículo se incluye un mapa doble con la ubicación de las principales cuevas con arte paleolítico y los principales yacimientos arqueológicos del Paleolítico superior, además de una escena de recreación, obra de Irene Cano, de la congregación de varios grupos humanos en la cueva de la Peña de Candamo, en la que la pintura de un caballo en una posición dominante preside la gran sala en la que se celebra la reunión.
Entre bisontes y caballos. Las cuevas decoradas de la región cantábrica por Diego Garate (Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria)
La región cantábrica presenta la mayor concentración de cuevas decoradas paleolíticas de Europa y es una de las tres áreas clásicas de estudio del arte parietal. Es decir, se trata de una fuente de información indispensable para conocer dicho fenómeno y de un patrimonio cultural de primer orden. Aunque los datos sobre el origen y desarrollo de la actividad gráfica en la región son todavía escasos y poco precisos, prácticamente desde los momentos iniciales del Paleolítico superior hace 40 000 años, se caracteriza por la existencia de una serie de tradiciones gráficas específicas que le son propias y que marcarán un “carácter distintivo” al territorio durante algo más de quince milenios. En las fases finales del periodo, desde el Magdaleniense medio, un rápido proceso globalizador acabará con esas diferencias a favor de un arte unitario, que englobará a los distintos territorios de Europa occidental hasta su desaparición, hace 10 000 años.
La cueva de Altamira. Un símbolo artístico por Pilar Fatás (Museo Nacional y Centro de Investigaciones de Altamira)
Hace ciento cuarenta años, Marcelino Sanz de Sautuola descubría e identificaba los animales y signos pintados y grabados en la cueva de Altamira como obra de las mismas personas que la habitaron en época paleolítica. Esta afirmación vino a revolucionar la investigación en prehistoria y, desde la aceptación de la veracidad de su descubrimiento a partir de 1902, cambió para siempre la noción del pasado más remoto de nuestra especie. Hoy Altamira sigue siendo, a pesar de los cientos de sitios con arte rupestre paleolítico identificados en Europa, una de las muestras más sobresalientes y espectaculares de nuestro primer arte. El esplendor de sus pinturas y grabados solo es comparable al de algunas otras cavidades cantábricas como la cueva de El Castillo en Puente Viesgo o las cuevas francesas de Lascaux en la Dordoña o Chauvet en el Ardèche.
Las sociedades del magdaleniense en la cornisa cantábrica. Vida cotidiana y subsistencia por Adriana Chauvin (MUPAC)
Durante el Tardiglacial, los habitantes de la región cantábrica vivían de la caza, la captura de peces y la recolección, vestían ropas elaboradas, fabricaban todo tipo de objetos en hueso, asta y piedra y tenían una vida espiritual muy ritualizada. Un patrón de asentamiento complejo, con la previsión de lugares para acceder a recursos puntuales y una red de relaciones a larga distancia que cubría cientos de kilómetros, completan la imagen de esta sociedad paleolítica. Después del artículo incluimos una doble página con distintas escenas ilustradas por José Luis García Morán en las que se recrean distintas actividades de aprovechamiento de recursos y alimentos en el Tardiglacial y comienzos del Holoceno, que incluyen el trabajo de las pieles, la pesca en un río, la recuperación de la carne y la grasa de un cachalote varado, y la recolección de lapas y bígaros en un ambiente intermareal.
La Garma. Un gran archivo de la Prehistoria europea por Pablo Arias y Roberto Ontañón (Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria)
La colina de La Garma alberga una compleja red de galerías excavadas en calizas del Cretácico inferior que se estructura en, al menos, siete niveles prácticamente horizontales. El nivel basal es recorrido por una corriente subterránea que desagua en el río Pontones, tributario del Miera, a través de una surgencia que recibe el significativo nombre de Fuente en Cueva. El único acceso practicable en la actualidad a los sectores interiores del sistema es la galería conocida como La Garma A, relicto de lo que fue durante miles de años un gran abrigo abierto en la abrupta ladera meridional del monte. Desde el fondo de esta pequeña cavidad, abierta a 80 m sobre el nivel del mar, se llega, tras descender un salto de 7 m, a la galería intermedia. Recorriendo esta a lo largo de unos 70 m y bajando una nueva sima de 13 m de altura, se cae aproximadamente en el punto medio del recorrido de la galería inferior. Pero el sector más relevante del conjunto es, sin duda, la galería inferior, una verdadera “cápsula del tiempo” prehistórica donde se ofrecen a la vista los restos de un campamento de cazadores que vivió allí hace unos 16 700 años. Está constituido por extensos suelos de ocupación del periodo magdaleniense medio en un estado de conservación excepcional, que se debe al sellado de la cavidad en momentos inmediatos a los de las últimas ocupaciones humanas. El complejo incluye además un magnífico conjunto de arte parietal. Se incluye una doble página con planos y fotografías de la galería inferior de La Garma y algunos de sus espectaculares hallazgos.
Explotación y cooperación. La territorialidad en el Paleolítico superior cantábrico por Joseba Ríos (Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana)
Al analizar el registro arqueológico del Paleolítico superior en la región cantábrica nos asaltan numerosas preguntas. Algunas de las más recurrentes tienen que ver con cómo estos grupos ocuparon el espacio, cómo se movían por él, si había distintos grupos vecinos y cómo eran las relaciones entre ellos. Estas preguntas son extraordinariamente complejas de responder no solo por los profundos cambios en la orografía, el clima o la distribución de los recursos, sino por la escasa resolución temporal del registro arqueológico y por lo fragmentado que este aparece. Se incluye una magnífica ilustración de Jorge Martínez Corada reconstruyendo la caza de una manada de ciervas gracias a la colaboración de varios grupos de población en el Magdaleniense superior.
El final del Paleolítico en la región cantábrica por Miguel Ángel Fano (Universidad de La Rioja)
Hacia 9700 a. C. el clima frío y seco del final del Pleistoceno dio paso, no sin altibajos, a una situación bien distinta. La nueva etapa, que llamamos Holoceno, estuvo marcada por un importante y rápido incremento de la temperatura a escala global. En la región cantábrica, distintos factores como la recuperación de la deriva noratlántica favorecieron un clima ajeno a temperaturas extremas, como el que hoy disfrutamos. A escala regional, los estudios de depósitos no antrópicos como lagos y turberas nos informan acerca del cambio ambiental descrito. Asimismo, las excavaciones de depósitos arqueológicos del Holoceno también aportan restos de potencial interés para conocer el medioambiente del pasado. Ese es el caso, por ejemplo, del polen o de determinados moluscos marinos que nos ofrecen datos sobre la evolución de la temperatura de la superficie del mar.
Y además, introduciendo el n. º 29, La Ruta de la Seda antes de Marco Polo por Shing Müller (Institut für Sinologie, Ludwig-Maximilians-Universität München)
Como reconocimiento a la importancia histórica de la seda en el comercio de Asia Central, el barón y geógrafo alemán Ferdinand von Richthofen fue el primero en emplear el término Seidenstrassen (“rutas de la seda”) en su libro China: Ergebnisse eigener Reisen und darauf fegründeter Studien (1877) para describir las redes comerciales relacionadas con este producto. Hoy en día, el término se utiliza para designar los contactos premodernos en los últimos dos milenios, que incluyeron el intercambio de bienes, ideas, religiones y tecnología desde Japón, Corea o China hasta el Mediterráneo oriental, ya fuera a través de rutas terrestres o marítimas. El impacto de tal intercambio transcultural, sobre todo para Oriente, no debe subestimarse, pues dichas influencias llegaron a transformar, por ejemplo, el paisaje cultural de la China medieval durante casi dos siglos. Incluye un mapa con las principales ramas de la Ruta de la Seda en el primer milenio d. C. y los imperios que tuvieron mayor relevancia en su creación y estabilización.