Desperta Ferro Contemporánea 29: El conflicto de Siria
El conflicto de Siria. La persistencia de un régimen por Myriam Benraad
Durante el año 2011, una oleada de revueltas se apoderó del mundo árabe, llevando en su estela la esperanza, para muchas poblaciones, de que se produciría un cambio democrático. Durante la misma, tres de los regímenes autoritarios más robustos de la región –Túnez, Egipto y Libia– se derrumbaron frente a la oposición popular. En otros países, como Marruecos, Argelia, Baréin o Irán, tuvieron lugar violentas manifestaciones. También Siria se vio afectada por este gran choque regional. Las exigencias populares de los sirios se diferenciaban muy poco de las de otros países: justicia, libertad, igualdad de derechos, fin de la corrupción y apertura política. El resultado de esta oposición fue, sin embargo, muy diferente, pues llevó a un desastre sin precedentes y con repercusiones inesperadas tanto en el plano local como en el regional y en el mundial.
¿Quién es quién en el conflicto de Siria? por Ignacio Álvarez-Ossorio (Universidad de Alicante)
Desde los shabiha al Daesh, o desde las Unidades de Protección Popular al Frente al-Nusra o la Brigada Tahuid, lo primero con lo que se encuentra quien se asome al conflicto de Siria es una confusa mezcolanza de agrupaciones con nombres a menudo difíciles de identificar, sobre todo cuando cambian, como en el paradigmático caso de al-Nusra, que actualmente es Jabat Fateh as-Sham. Algunas están compuestas por sirios que luchan a favor o en contra del Gobierno de al-Asad, pero también hay –sin pretender ser del todo exhaustivos– iraquíes, palestinos, libaneses, afganos, pakistaníes, chechenos e incluso ingusetios, que han creado facciones propias para apoyar a alguno de los dos contendientes principales: el régimen o los rebeldes. Otro de los elementos de confusión es la intervención de los países extranjeros, algunos para apoyar, más o menos discretamente, a alguna de las facciones rebeldes; otros para situarse clara y públicamente a favor del régimen; y otros cuya intervención es más confusa, como la de muchos países occidentales, que apoyan sobre todo a los kurdos en su enfrentamiento contra el Daesh, mientras se limitan a proporcionar ayuda no letal a otros grupos. Este artículo tiene como objetivo exponer quién es quién, cuáles son sus apoyos y por qué combate.
Siete años de Guerra Civil siria por Tom Cooper
La contienda comenzó de un modo muy discreto: en febrero de 2011, tras una serie de manifestaciones que estallaron en Deraa y Damasco en las que se exigía el fin de la corrupción, el movimiento de protesta –en el que participaban todos los grupos étnicos y religiosos del país, así como todos los sectores de la sociedad siria– se extendió a Homs y Hama, y de ahí a Alepo. Y, si bien el Gobierno del presidente Bashar al-Asad respondió con el anuncio de que se producirían “profundas reformas”, también demostró una gran hostilidad hacia los manifestantes, por los que no sentía simpatía alguna, ni mucho menos comprensión ni voluntad de diálogo. Culpó de ello a los “salafistas radicales” y a una “conspiración internacional”, desplegó sus servicios secretos e incluso empleó unidades militares “de élite” para reprimir las protestas. Estos actuaron en forma de ataques armados sobre los manifestantes, así como mediante redadas y arrestos masivos, detenciones arbitrarias y la tortura de decenas de miles de opositores.
La batalla de Alepo (2012-2016) por José Luis Calvo Albero (U. S. Army War College)
La batalla por la ciudad de Alepo fue uno de los sucesos de mayor importancia estratégica durante el conflicto de Siria. El control definitivo de la ciudad por el régimen de Damasco, logrado en diciembre de 2016, marcó un punto de inflexión en el conflicto, tras el cual las fuerzas leales al presidente al-Asad han mantenido la iniciativa militar y han conseguido recuperar gran parte del territorio nacional al oeste del río Éufrates. La batalla fue también una de las más sangrientas en el ya de por sí cruento conflicto de Siria. La ciudad sufrió un asedio más largo que el de Sarajevo, y probablemente con tres veces más víctimas mortales. A los más de 30000 muertos hay que añadir decenas de miles de heridos y más de un millón de desplazados. La naturaleza urbana de los combates causó un elevadísimo número de víctimas civiles, y el extremismo de los combatientes se reflejó en frecuentes crímenes de guerra y en el uso de procedimientos bélicos brutales. Ejecuciones masivas, terrorismo suicida, barriles bomba lanzados desde helicópteros o el bombardeo sistemático de instalaciones médicas convirtieron a la que había sido la ciudad más próspera y poblada de Siria en un infierno difícil de describir.
Palmira y la estrategia del Estado Islámico por Pedro Baños y Daniel Martín Menjón
Palmira, antiguamente Tadmor, es un sitio arqueológico situado estratégicamente entre el Levante mediterráneo y el valle del río Éufrates. La ciudad, ubicada al borde del oasis de Afqa, donde predominan las palmeras datileras (el nombre semítico de la ciudad, “Tamar”, podría hacer referencia a este hecho), se halla a 3 km de la moderna Tudmur, en la gobernación de Homs, y a 250 km al nordeste de Damasco. El lugar cuenta con registro arqueológico desde el III milenio a. C., y es mencionada en las tablillas de Mari desde principios del II milenio a. C. La ciudad inició su camino hacia el esplendor a partir del siglo I a. C., cuando Siria se convirtió en provincia romana y creció en todos los sentidos, al ser punto destacado del comercio caravanero dentro de la ruta de la seda. El Estado Islámico, también conocido como Daesh o ISIS, tomó en dos ocasiones la ciudad del Palmira. La primera duró del 20 de mayo de 2015 al 24 de marzo de 2016, fecha en la que fue recuperada por el Ejército sirio. La segunda ocupación tuvo lugar gracias a un ataque relámpago desencadenado el 11 de diciembre de 2016 aprovechando los pocos efectivos acantonados en Palmira debido a la concentración de fuerzas para la ofensiva gubernamental sobre Alepo. Esta vez, el Daesh ocupó la ciudad, hasta el 2 de marzo de 2017.
Estrategia e intervención de las potencias extranjeras en el conflicto de Siria por Javier Jordán (Universidad de Granada)
Siria es un escenario de guerra civil y al mismo tiempo de proxy war (“guerra por delegación”) entre potencias intra y extrarregionales. Más allá de la supervivencia del régimen de Bashar al-Asad se encuentra en juego el equilibrio de poder en Oriente Medio; una región cuyo encaje político definitivo permanece pendiente desde el Acuerdo Sykes-Picot. Si a ello le unimos la importancia estratégica de la región para la economía internacional y la presencia de grupos yihadistas de alcance global, se entiende la trascendencia de lo que acontece en Siria. Este artículo analiza a grandes rasgos las estrategias de algunas de las principales potencias que han intervenido directa o indirectamente en el conflicto, más concretamente Irán, a favor del régimen; Arabia Saudí, que apoya a los grupos rebeldes de tendencia islamista, aunque no radical, como al-Qaeda o el Daesh; y Turquía, singularmente preocupada por la posibilidad de la creación de un ente estatal kurdo en su frontera sur.
La intervención rusa en Siria por Maxim A. Suchkov
En septiembre de 2015, Rusia tomó la decisión sin precedentes de proyectar su fuerza fuera de su tradicional “zona de influencia” en el espacio postsoviético y los objetivos e implicaciones de esta decisión aún se debaten en Rusia y a nivel internacional. Si bien todavía queda un largo camino hasta alcanzar un acuerdo en el conflicto de Siria, la participación rusa ha sido decisiva para mantener al presidente al-Asad en el poder y ha permitido a Moscú alcanzar una serie de objetivos políticos y militares vitales. Si repasamos los objetivos de la operación en Siria declarados por Moscú y la evaluación que ha hecho de su progresión –primero, al anunciar en marzo de 2016 la reducción de sus fuerzas y, segundo, al hacer balance del primer año de campaña–, se puede afirmar que, por ahora, el Kremlin ha alcanzado la práctica totalidad de sus metas en política exterior y Rusia aparece como un actor importante en la escena internacional: un referente para los Estados de la región, cuyas delegaciones acuden a Moscú de forma regular.
Introduciendo el n.º 30: África 1911-1927, una guerra cruel por María Rosa de Madariaga
De las guerras que España sostuvo contra Marruecos en la época moderna, con excepción de la de Tetuán, de 1859-1860, que fue declarada entre dos Estados –el reino de España y el Imperio jerifiano de Marruecos–, las demás –la llamada de Melilla de 1893, la de 1909, también llamada de Melilla, la de 1911-1912, conocida como campaña del Kert, y, por último, la más larga e importante de todas ellas, la del Rif por antonomasia, de 1921 a 1927– fueron todas ellas guerras no declaradas, irregulares, entre España y las cabilas de la zona norte de Marruecos, en las que la desigualdad de medios era notoria y el recurso a métodos de una crueldad extrema fue la norma. Aquí vamos a referirnos a la guerra librada por España contra las cabilas del Rif, particularmente a la que tuvo lugar de 1921 a 1927 contra la resistencia rifeña de Mohamed ben Abd el-Krim el Jatabi, más conocido entre nosotros sencillamente como Abd el-Krim.
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