La batalla del Jarama
Su objetivo estaba en Arganda, Morata de Tajuña y Alcalá de Henares, pero para ello primero tenían que cruzar el Jarama. Al principio el progreso fue sustancial, las alturas al oeste del río cayeron con rapidez y el propio cauce fue cruzado por el puente de Pindoque gracias a un audaz golpe de mano, pero poco a poco la ofensiva se estancó. A pesar de las rencillas entre los generales republicanos Pozas y Miaja, empezaron a llegar refuerzos, incluidas algunas de las fuerzas más belicosas con que contaba la República, las Brigadas Internacionales. Mientras en los cielos se desarrollaba un intenso combate aéreo, en tierra, entre los olivares, pasaron a la historia lugares como el espolón de Rivas, la casa de la Radio, la colina del Suicidio o el Pingarrón. Atacando una y otra vez, defendiendo con tenacidad, españoles de todas las ideologías, marroquíes e internacionales derrocharon valentía, murieron y fueron heridos. Finalmente, la batalla del Jarama se detuvo sin que nadie se alzara con la victoria. Madrid no había sido estrangulada y la guerra estaba a punto de trasladarse a otro lugar, Guadalajara.