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  • DF H. Moderna: Rusia 1812 (III). La retirada de Napoleón
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    DF H. Moderna: Rusia 1812 (III). La retirada de Napoleón

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    Con el presente número llega a su fin la trilogía que iniciamos, en abril de 2016, sobre la invasión francesa de Rusia. Tras la batalla de Borodinó llega la retirada de Moscú, que ocupa un lugar privilegiado en la epopeya napoleónica. Un Napoleón errático se verá sobrepasado por los acontecimientos y será testimonio de la sufrida lucha de sus hombres por sobrevivir a los elementos y al hostigamiento de los partisanos a través de una ruta devastada y con el ejército de Kutúzov pisándoles los talones. A pesar de los sacrificios y los actos heroicos, que permitieron la supervivencia de Napoleón y el núcleo de su ejército en situaciones en las que todo parecía perdido, como la batalla de Krasnoi o el cruce del Berézina, la retirada de Moscú marcó, para Francia, el final de una época dorada. El sufrimiento y la muerte del mayor ejército que Europa había contemplado estremecieron a los contemporáneos y quedaron grabados en la memoria de los supervivientes con más viveza que los grandes triunfos. Para los rusos, en cambio, la victoria fue una verdadera catarsis que supuso el renacimiento espiritual de la nación.

    Napoleón en Moscú por Vladimir N. Zemtsov (Yekaterinburg Universitet)

    Los treinta y cinco días y noches que Napoleón pasó en Moscú han devenido el acontecimiento central –y fatal– de la invasión de 1812. La entrada en Moscú fue la cima de su éxito, y su partida, el comienzo de la terrible retirada que lo condujo a la derrota. Afincado en la capital sacra de Rusia, el emperador francés sobrestimó la desmoralización del ejército enemigo tras la batalla de Borodinó, fue incapaz de prever la disposición de los rusos para resistir –impensable para los europeos occidentales– y subestimó la resolución del emperador Alejandro I para combatir hasta el final. El Gran incendio de Moscú, que destruyó tres cuartas partes de la ciudad, cogió a Napoleón desprevenido y tuvo un efecto negativo en su ejército.

    La batalla de Maloyaroslávets por Oleg Sokolov (Sankt Peterburgski Gosudarstvenny Universitet)

    El plan inicial de Napoleón para la retirada de Moscú consistía en reunir el ejército, marchar por la ruta de Kaluga, aplastar a Kutúzov, o al menos rechazarlo; adueñarse de los inmensos depósitos de Kaluga, que la guerra no había devastado, y entonces retirarse con tranquilidad hacia Smolensko, donde el ejército se instalaría en sus cuarteles de invierno. Sin embargo, los rusos no se quedaron quietos. El 24 de octubre de 1812, ambos ejércitos libraron en Maloyaroslávets un combate urbano de extrema brutalidad que prolongó diecisiete horas y decidió el posterior curso de los acontecimientos: a pesar de quedar dueños de la posición, los franceses no podrían dirigirse a Kaluga y tendrían que regresar a Smolensko por su antigua ruta de avance.

    La guerra irregular en 1812 por Andreï Popov

    Durante la retirada de Moscú, para hostigar al invasor el mando ruso recurrió a los cuerpos volantes de tropas regulares, a las columnas de partisanos y a la movilización popular. Las emboscadas y golpes de mano llevados a cabo contra las tropas de la Grande Armée contribuyeron a la derrota de Napoleón y tuvieron éxito por una serie de motivos: la longitud y la ineficaz defensa de las líneas de comunicaciones francesas, la posición de flanqueo ventajosa que Kutúzov ocupaba en su campamento de Tarutino, el apoyo masivo de la población, el movimiento de la “Guerra Patriótica” impulsado por el Gobierno ruso, y la preparación ineficiente de los servicios de retaguardia del ejército napoleónico, que forzó a las tropas a buscar comida sobre el terreno.

    La desintegración de la Grande Armée por Marie-Pierre Rey (Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne)

    La invasión de Rusia de 1812, por la cifra ingente de efectivos que involucró –cerca de 600 000 hombres–, por su dimensión multinacional, por las pérdidas que ocasionó –solo entre el 10 y el 15% de los soldados de la Grande Armée regresaron–, y por la violencia de sus batallas, constituyó un episodio de paroxismo en la época napoleónica. Con la retirada de Moscú, durante los primeros días la marcha se llevó a cabo en orden. Con las fuertes nevadas de noviembre, la llegada del frío intenso y la escasez de alimentos, sin embargo, la retirada devino en desbandada y en catástrofe. La falta de calzado adecuado, guantes y bufandas, hizo que los padecimientos, cada vez más insufribles, fuesen en aumento. La salvación devino en una lucha individual por la supervivencia, y las escenas más duras fueron sucediéndose.

    La retirada de la Grande Armée y el mapa de Minard por Fernando Quesada Sanz (Universidad Autónoma de Madrid)

    El 20 de noviembre de 1869 Charles Joseph Minard, un ingeniero jubilado que por entonces tenía casi noventa años –y moriría en unos meses–, dio a conocer un mapa titulado Carte figurative des pertes successives en hommes de l’Armée Française dans la campagne de Russie 1812-1813, que se ha convertido en una leyenda entre los cartógrafos, estadísticos y geógrafos. Puede que no exista, en la historia de la cartografía, un ejemplo mejor y más novedoso de que una imagen vale más que mil palabras. Pocas veces la aniquilación física de cientos de miles de personas, como esta de la retirada de Moscú, se ha captado con tan sencilla inmediatez y riqueza de datos.

    La batalla de Krasnoi por Alexander Mikaberidze (Louisiana State University Shreveport)

    La fría mañana del 14 de noviembre, Napoleón abandonó Smolensko con su Guardia Imperial y avanzó por el camino principal a través de Krasnoi, seguido por el resto de cuerpos de ejército. Por entonces, las fuerzas rusas principales –el III, el V, el VI y el VIII cuerpos, apoyados por la 1.ª y la 2.ª divisiones de coraceros–, ya se habían aproximado a Smolensko por el sur y, tras rebasarla, habían avanzado hacia Krasnoi para cortar la línea de retirada de la Grande Armée. Entre el 15 y el 18 de noviembre, franceses y rusos librarían feroces combates en torno a Krasnoi; estos para aislar y destruir al enemigo debilitado; aquellos, para abrirse paso y escapar a la trampa rusa. A costa de grandes pérdidas, Napoleón lograría su objetivo.

    Larrey y el servicio de sanidad de la Grande Armée durante la retirada de Rusia por Francisco Gracia Alonso (Universidad de Barcelona)

    Tras la batalla de Borodinó, llegó el momento de atender a los heridos. A pesar de los esfuerzos de Dominique-Jean Larrey, cirujano jefe de la Grande Armée, el número de soldados que precisaban atención superó todas las previsiones y desbordó la capacidad de los servicios de ambulancias volantes. Además, a causa de las deficiencias logísticas, si en Smolensko Larrey ya había tenido que improvisar apósitos con los viejos pergaminos de los monasterios, ahora se empleaban tiras confeccionadas con las ropas de los soldados. Durante la retirada de Moscú, heridos y enfermos quedaron a merced del enemigo y fueron pocos los que sobrevivieron. Médicos y cirujanos hicieron todo lo posible por salvar vidas y recibieron la ayuda de los soldados, que los acondicionaban junto a los fuegos en los vivaques y compartían con ellos su comida. 19 de los 43 oficiales médicos superiores de la Grande Armée que cayeron durante las Guerras Napoleónicas, un 46%, lo hicieron en Rusia.

    La fosa de Vilna por Thierry Vette (Comité d’Expertise Spécialisé du Musée de l’Armée de Paris Invalides)

    En 2001, el Ayuntamiento de Vilna decidió poner en marcha un programa de urbanización en el barrio de Siaures Miestelis, ubicado al norte de la ciudad. En el curso de los trabajos se hallaron numerosos restos humanos. El análisis de los primeros objetos en contacto con los esqueletos permitió identificar los cuerpos como soldados de la Grande Armée de Napoleón fallecidos durante la retirada de Rusia. Un estudio detallado de los restos por parte de sendos equipos de la Université de la Méditerranée y la Universidad de Vilna permitió discernir las circunstancias en las que se llevaron a cabo los entierros, además de identificar muchas de las unidades a las que pertenecían las víctimas y poner en contacto el conocimiento material con los abundantes relatos históricos sobre la catástrofe humana que se vivió en Vilna en diciembre de 1812.

    Y además, introduciendo el n.º 32, Los húsares alados polacos por Rados?aw Sikora

    Los húsares alados eran un cuerpo de caballería pesada armada con largas lanzas. Puede considerárselos como los últimos caballeros europeos, no solo por el equipamiento que utilizaban, sino también por su apego a la tradición y su estructura organizativa, origen y formación. Tanto por los costes que les suponía el servicio como por su gran valor como formación de combate, gozaban de enorme prestigio. En la batalla de Viena participaron 24 compañías de húsares. A la cabeza de las tropas aliadas, jugaron un papel primordial en la última y decisiva fase de la batalla, que terminó con la fuga del ejército otomano.

    Resumen del producto

    Con el presente número llega a su fin la trilogía que iniciamos, en abril de 2016, sobre la invasión francesa de Rusia. Tras la batalla de Borodinó llega la retirada de Moscú, que ocupa un lugar...