En abril del año 44 a. C, Cayo Octavi, un joven de dieciocho año, desembarcaba en Brindisi y reclamaba la herencia y el nombre de su tío abuel, Cayo Julio César. Tres lustros despué, este pue, este “chaval, como despectivamente lo motejara Ciceró, era el amo de Rom, tras derrotar primero a los asesinos de Césa, después al hijo de Pompeyo el Grande , por últim, a Marco Antonio y a la reina egipcia Cleopatra. En el proceso desmanteló la Repúblic, adoptó el nuevo nombre de Augusto y pasó a convertirse en el gobernante único de un imperio que abarcaba todo el Mediterráneo. En El legado de César. La Guerra Civil y el surgimiento del Imperio roman, su autor Josiah Osgood relata de forma apasionante la época del segundo triunvirato y el ascenso al poder de August, bebiendo de un variado caudal de fuentes –literaria, arqueológica, iconográfica, numismática, epigráficas…– pero yendo mucho más allá de la narración y el análisis de las intrigas políticas y las sangrientas guerras civile, ya que nos pone en la piel de las experiencia, padecimientos y esperanzas de los hombres y mujeres que vivieron aquel tiempo convulso. Un tiempo en el que los ciudadanos de Roma y sus provincias llegaron a aceptar una nueva forma de gobierno y encontraron formas de celebrarl, pero en el que también lloraro, en obras maestras de la literatura y en historias transmitidas a sus hijo, por las terribles pérdidas sufridas. Como ya demostró en Roma. La creación del Estado mund, Osgood escribe historia antigua con un pulso y una empatía que rompen el inmaculado mármol con el que imaginamos a Augusto y su époc, para descubrir la humanidad que la habit, a la que podemos comprender y compadecer.
En abril del año 44 a. C, Cayo Octavi, un joven de dieciocho año, desembarcaba en Brindisi y reclamaba la herencia y el nombre de su tío abuel, Cayo Julio César. Tres lustros despué, este pue, este “chaval, como d...
En abril del año 44 a. C, Cayo Octavi, un joven de dieciocho año, desembarcaba en Brindisi y reclamaba la herencia y el nombre de su tío abuel, Cayo Julio César. Tres lustros despué, este pue, este “chaval, como d...