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    Desperta Ferro 52: Almanzor

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    El nombre de Almanzor (al-Mansur, “el Victorioso”) evoca en el imaginario colectivo un periodo de apocamiento de los incipientes reinos cristianos frente al inmenso poderío de un califato, el de Córdoba, en pleno esplendor político y militar. Una época en la que los ejércitos musulmanes azotaron hasta la extenuación las ciudades y los territorios del norte peninsular con incursiones incesantes –aceifas–. Almanzor dirigió hasta cincuenta y seis de ellas, algunas tan sonadas como la que culminó con la toma de Santiago de Compostela y el robo de sus campanas que, para mayor agravio, fueron más tarde empleadas como lámparas en la residencia califal. ¿Pero qué motivaba esta agresividad? Debemos recordar que Almanzor no era más que un chambelán (hayib) al servicio de un califa, primero, menor de edad y, durante toda su vida, incapaz –y según algunas fuentes, disminuido–; de modo que, para justificar su asunción del poder, se presentó ante la sociedad andalusí como el campeón del islam, hasta convertirse, aceifa tras aceifa, en el auténtico “azote del año mil”, como ha sido definido. En paralelo, en la segunda mitad del siglo X asistimos a una lucha sorda entre las grandes familias del al-Ándalus y los advenedizos cortesanos de origen esclavo (saqaliba), que debían su influencia exclusivamente a su cercanía al califa. Almanzor satisfacía plenamente los intereses de los primeros pues, por un lado, anulaba al califa y por tanto a su capacidad de repartir prebendas entre advenedizos y, por otro, aseguraba que los recursos del Estado quedaran en manos de la aristocracia tradicional. Solo así se explica el meteórico ascenso de Almanzor y la excepcional situación que se vivió en el califato en sus días. Paradójicamente, bajo el esplendor y la gloria militar, este modelo sirvió de catalizador del inminente final del califato, que apenas sobrevivió unos pocos años tras la muerte del Victorioso. De todo ello hablaremos en las páginas que siguen.

    Tierra de nadie: geoestrategia y frontera por Eduardo Manzano Moreno (Instituto de Historia-CSIC)

    Desde su proclamación, en el año 929, el califato omeya de Córdoba tuvo que hacer frente a un problema cada vez más acuciante: la frontera del norte era objeto de un número cada vez mayor de ataques. No se trataba de grandes expediciones, sino más bien de pequeñas partidas que a veces eran dirigidas por magnates y que, a lo sumo, congregaban unas cuantas docenas o centenas de hombres a caballo y actuaban con enorme rapidez tanto en su despliegue, como en su retirada. El reconocido investigador E. Manzano analiza, en este artículo, la dinámica de frontera y hostilidad entre el califato de Córdoba y sus enemigos cristianos. Con ello, nos ofrece un panorama indispensable para comprender el contexto en el que se movería Almanzor.

    Almanzor: una personalidad fulgurante por Ana Echevarría Arsuaga (UNED)

    La trayectoria política del chambelán (hayib) del califa Hisham II, Muhammad Ibn Abi ‘Amir al-Mansur, conocido en las fuentes cristianas por la latinización de su sobrenombre, Almanzor (“el victorioso”), no solo despertaba admiración entre los poetas musulmanes, sino que atrajo la atención de numerosos cronistas cristianos. Todos ellos contribuyeron a la creación de una leyenda que ha sobrevivido al paso de los siglos, hasta el punto de que Almanzor es más conocido como personaje histórico en España que los califas de al-Ándalus.

    Las campañas militares de Almanzor por Alejandro García Sanjuán (Universidad de Huelva)

    Como continuación de una política ya iniciada por los dos primeros califas omeyas, Almanzor llevó a su apogeo la capacidad militar del califato omeya de Córdoba, desarrollando una amplia intensificación de la política de yihad en contra de los cristianos, con más de cincuenta campañas en un lapso de tiempo de veinticinco años, entre 977 y 1002.

    Cuando las cabezas volaban. Las huestes amiríes por Josep Suñé Arce (Universitat de Barcelona)

    Almanzor se hizo con el poder cordobés en el año 978 y relegó a un segundo plano el califa Hisham II. Su política hacia los cristianos del norte peninsular estuvo marcada por la realización de una violenta y exitosa yihad en la que las campañas reiteradas, el asalto de núcleos fortificados y las acciones de terror fueron sus características principales. Sus victorias se consiguieron gracias a un ejército organizado, numeroso, relativamente bien armado y, en buena medida, profesionalizado.

    La espada del islam por Jesús Lorenzo Jiménez (Universidad del País Vasco)

    Durante los veinticinco años que duró su gobierno, Almanzor consiguió poner de rodillas a todos los soberanos del norte peninsular, con los que jugaba a su antojo, como lo hace un gato con su presa cuando la tiene a su merced entre sus garras: sin prisa, sin piedad. El profesor Lorenzo explica aquí las causas que llevaron al chambelán a desplegar una actividad guerrera tan intensa y constante, aparentemente innecesaria en términos estratégicos.

    “El día en el que Barcelona va a morir”. La campaña de Almanzor contra los condados catalanes por Virgilio Martínez Enamorado (Universidad de Málaga)

    De entre las decenas de aceifas dirigidas por Almanzor, aquella lanzada contra los condados catalanes fue, acaso, una de las más brutales y notorias. El resultado más evidente fue la toma y saqueo de la ciudad de Barcelona, y la venta como esclavos de la población superviviente. Las consecuencias del hecho fueron, además, de enorme profundidad para el devenir de la región pues, en adelante, los condados catalanes decidieron romper sus vínculos de vasallaje con el reino Franco (por no haber acudido en su auxilio) e inclinaron la balanza hacia la independencia de facto de toda la Marca Hispánica.

    La crisis del Califato por Maribel Fierro (Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo, CCHS-CSIC)

    Almanzor fue sucedido como chambelán, consecutivamente, por dos de sus hijos. Sin embargo, el primero murió joven y el segundo demostró carecer por completo de la pericia de su padre en asuntos de gobierno, de suerte que al poco fue asesinado. Con ellos acababa un periodo de estabilidad y fortaleza. La dinastía omeya, desprestigiada por la incapacidad de su último gobernante, fue incapaz de imponerse y, tras una atropellada sucesión de califas de reinado breve, el califato se dividió en numerosos pequeños Estados conocidos como reinos Taifas. La reputada profesora Fierro analiza las causas de este repentino fracaso de un sistema que, escasos años antes y en manos de Almanzor había sido la potencia hegemónica indiscutible en la península.

    Y además, introduciendo el n.º 53, El Tratado del Ebro: casus belli de la Segunda Guerra Púnica por Enrique Hernández Prieto (Universidad de Salamanca)

    El lapso de tiempo que dista entre la Primera y la Segunda Guerras Púnicas viene marcado por el rearme de Cartago, que trata de resarcirse de su anterior derrota con una expansión por la península ibérica. Roma, temerosa de ello, obliga a Cartago en el año 226 a. C. a firmar un acuerdo de esferas de influencia. La presunta violación de este tratado por los púnicos será, precisamente, la justificación empleada por Roma para declarar la guerra nuevamente a Cartago, dando así comienzo a la que quizá fuera la más sangrienta de toda la Antigüedad. Pero los términos de este tratado no se conocen bien, y la acusación de violación de las mismas tampoco parece evidente. Enrique Hernández nos explica, en este breve pero esclarecedor documento, las claves para comprender el fenómeno, aún no del todo resuelto.

    Resumen del producto

    El nombre de Almanzor (al-Mansur, “el Victorioso”) evoca en el imaginario colectivo un periodo de apocamiento de los incipientes reinos cristianos frente al inmenso poderío de un califato, el de Córdob...